*Texto
publicado en el Suplemento Cultural Expresso del diario Correo de Guanajuato,
el 10 de julio de 2004.
En medio de
las adversidades actuales hay quien considera que la novela está en crisis,
porque en esta vida de urgencia es difícil dedicarle el tiempo que demanda su
lectura. Mientras esto se presenta, diversos escritores en una voluntad propia
por ajustarse a los ciclos y por vincularse a pesar de todo, han estado
fomentando reiteradamente un nuevo género: la minificción.
De esta
forma han intentado abreviar sus expresiones y descubrir el modo justo para ser
sólo exacto en la forma. El juego interactivo que presenta la fórmula de la
minificción ha contribuido a que gane terreno, ya que el lector ha de
complementar y coronar los potenciales motivos apenas insinuados por el autor.
Este auge de
la minificción ha exhibido un gran dinamismo durante los últimos diez años,
aunque se le debe mucho a Jorge Luis Borges, tomando por asalto a nuestras
letras desde la segunda mitad del siglo XX. Con esto se ha percibido la
posibilidad de transformar en lectores a una juventud poco acostumbrada a leer,
haciéndola que se regocije con el buen decir con una mínima inversión de
tiempo.
Una de las
principales dificultades de la crítica es: ¿cómo llamar a estos relatos? Con la
ausencia de un canon crítico, durante mucho tiempo cada uno los ha ido
calificando a su manera. Algunos autores han admitido la designación genérica
de minificción para relatos que no
excedan de 400 palabras, aunque el término puede también ofrecer conflictos.
Algunos otros títulos que le han asignado son: ficción súbita, fragmentos,
cuentos mínimos, instantáneas, cuento ultracorto, relámpagos, relato breve,
minicuentos y microrrelatos.
Augusto
Monterroso, cuyo relato El dinosaurio
es una de las minificciones más conocidas, los llama varia invención, deduciendo el título que Juan José Arreola empleó
para una de sus obras.
La
minificción es un género que está llamado a ser uno de los más representativos
de nuestras letras en el tercer milenio, dada su brevedad, sentido del humor,
el ingenio, la combinación de géneros literarios y la estimulación de una
complicidad que resulta unívoca. Este ejercicio ha sido impulsado por autores
tan diversos como Eduardo Galeano, Juan José Arreola, Jorge Luis Borges,
Augusto Monterroso, Felipe Garrido, Luis Britto García, Alfonso Reyes,
Macedonio Fernández, Mario Benedetti, Guillermo Samperio, Otto-Raúl González,
René Avilés Fabila, Edmundo Valadés y Julio Torri, entre otros.
Fue Julio
Torri quien escribió alguna vez que la brevedad es una forma extrema de la
cortesía. La pluralidad e influencia de este género ha conducido a la exigencia
de emplear el término de minificción para aludir a toda las multiplicidades
posibles, que van de la mera ocurrencia al rigor de la poesía.
En el camino
se puede uno encontrar con el ejercicio del humor, donde se captan escenarios
habituales y que concluyen con un giro imprevisto y extraordinario, de la misma
forma que se puede uno topar con juegos de palabras, como son retruécanos,
sobreentendidos y equívocos.
La ironía es
otro factor primordial en la minificción y se presenta como una propensión a
decir algo más (o decir algo diferente) de lo que las palabras significan
literalmente. Esta tendencia tiene una larga práctica en la narrativa en lengua
inglesa, bajo en nombre de understatement
(decir menos de lo que se pretende). El uso de esta técnica posee un tono más
popular en sus exponentes latinoamericanos, donde la práctica literaria se
inclina a ser comprensible y pedagógica. La combinación de ironía y pedagogía,
es obra de un contexto histórico arto difundidas, a través de alegoría
fantásticas, cartas, parodias genéricas y parábolas instantáneas. En un entorno
donde el analfabetismo funcional se encuentra entre los más elevados del orbe,
florece la directriz de publicar contenidos literarios en un perfil pedagógico.
Mención
aparte merece Lauro Zavala por su labor de recopilación de algunos de los
autores ya mencionados en la obra Relatos
vertiginosos: Antología de cuentos mínimos (Alfaguara, 2000). Esta obra
está dirigida a los lectores jóvenes ya que representa una convocatoria a
adentrarse en este género.
La obra Sea breve del escritor Otto-Raúl
González (Ediciones del Ermitaño, 1999), reúne 71 minificciones y simboliza
otro ejemplo de la difusión del género, además del esfuerzo que se realiza en
el Suplemento Cultural Laberinto de
Milenio Diario con la inclusión de minificciones del escritor Marcial
Fernández.
La
producción de la minificción aumenta cada vez más y los espacios para su
difusión deben ser equivalentes a ésta, para el bien de las letras y de los
lectores.